Un agente encubierto logró infiltrarse en una de las redes de cazadores y traficantes de aletas de tiburón más influyentes en la región del Pacífico colombiano.
Mientras que los pescadores recibían una compensación de 25 mil pesos por aleta, el líder de esta red, hijo de un excapo del narcotráfico, las comercializaba por hasta 600 mil pesos la unidad. En un mes podrían matar hasta 1.000 tiburones.
El 'modus operandi' de esta organización implicaba el uso de una empresa de comercialización de pescado para dar apariencia de legalidad a las aletas de tiburón.
De acuerdo con el investigador, "esta organización era dirigida por Fernando Rodríguez Mondragón, hijo del exlíder del Cartel de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela, quien realizaba la compra o la oferta de las aletas de tiburón y era el que se encargaba también de pagar a los pescadores por las aletas. Esta persona utilizaba una empresa, una comercializadora de pescado, con el fin de darle apariencia de legalidad a las aletas de tiburón”.
Las aletas eran trasladadas desde Buenaventura hasta una pesquera reconocida en Roldanillo, Valle del Cauca, propiedad de alias Fernando.